La gastronomía, como elemento clave para el desarrollo de territorios rurales pobres, ha probado, mediante algunos casos exitosos, que puede eliminar intermediarios en la cadena de valor, mejorar la eficiencia, promover la exportación, generar identidades nacionales y regionales; proteger y revalorizar la biodiversidad local y regional, la alimentación saludable y el desarrollo del turismo rural; y generar oportunidades económicas para los pequeños agricultores.